Cuestión de gusto

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onivido

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En California, el estado más despreocupado en el país de los libres y hogar de los valientes (guerreros en batallas por control remoto), se encuentra Redwood City, una aglomeración de edificaciones a lo largo de una autopista y del Camino Real, una carretera que data de la época colonial española. Aquí florece la casa matriz de una empresa de tecnología de redes no demasiado conocida.
Unos años antes de que el pecaminoso Bill Clinton tuvo que confesar a sus compatriotas para que (mal-) usaba un Habano, José y yo fuimos enviados de Caracas a Redwood City para adquirir el know – how de nuestros compañeros estadounidenses. Con esto no tuvimos problema. Más difícil era resolver el dilema del almuerzo diario. Las distancias eran monstruosas en esta ciudad y el transporte público brillaba por su ausencia. Una vez pregunté en un Mc Donald´s por un supermercado. La cajera mexicana reflexionó un momento y explicó: “Tome la 101 y….”
“Gracias”, la interrumpí, “no tenemos carro”.
Me miró sorprendida y meneó la cabeza incrédula. Aquí, con excepción de nosotros, nadie andaba a pie. Nuestro jefe había sido demasiado tacaño para pagarnos el alquiler de un carro y nosotros demasiado novatos para insistir. Esto nos condenaba a comer lo mismo cada día, un par de Whoppers donde el Burger King en la esquina. Nuestros colegas estadounidenses se dieron cuenta de esto, pero habían visto en la tele y en todas las películas que de personas provenientes de Sudamérica no se puede esperar nada bueno, Quien sabe, a lo mejor vendíamos cocaína en los baños del Burger King o la esparcíamos sobre las hamburguesas para enviciar a los clientes. Que no teníamos carro no se les hubiera ocurrido jamás.
Pero un día John, un colega de Arkansas, estaba de un humor sumamente sociable y nos invitó a acompañarlos a el y a dos colegas más a un restaurante muy conocido y además bastante cercano. Agradecidos aceptamos. Cuando nos paramos en el Camino Real frente a un local con el nombre de “Harry´s Hofbräu” me olvidé de mi cedula venezolana y mi corazón bávaro saltó de alegría.El local estaba amoblado a la manera tradicional alpina, pero como concesión al American way of life era de self–service. De forma que nos pusimos en la cola de los demás comensales y mientras nos acercamos paso a paso al mostrador con comida típica bávara, le traduje a José el menú que estaba pintado en alemán con letras azules y rojos en una pizarra de madera. Como en todas partes en California detrás del mostrador atendían mexicanos. Bromearon con nosotros a todo volumen y nos aconsejaron sobre los platos. Nuestra dieta a base de hamburguesas me hizo víctima fácil de la seducción de las especialidades culinarias que casi habían caído en el olvido. De forma que no era de extrañar que llegara a la caja con una bandeja muy cargada. La cajera que estaba sentada en un taburete alto al final del mostrador echó una mirada extrañada sobre la montaña de comida en mi bandeja. Sus pezones se marcaban en la tela de una franela blanquísima con el impreso provocador:
"Fix me up with a rich German - empateme con un alemán rico."
"¿Qué es más importante, que el hombre sea alemán o que tenga mucho dinero, la pregunté.
"Alemán tiene que ser, dinero puede ganar más adelante”, contestó riéndose.
" Señorita, aquí tiene Ud. a su alemán”, dije sacando el pecho.
" No, señor, Ud. es mexicano”, contestó.
"¿Parezco un típico mexicano?” pregunté sorprendido.
"No. no, pero el aspecto puede engañar. ¿Me veo yo como una francesa típica?” respondió.
La pregunta me permitió “escanearla” detenidamente de arriba hasta abajo. Era exactamente lo que me hubiese gustado como postre.
“No”, dije después de pensarlo un rato.
“Vea”, dijo, “pero yo soy francesa y Ud. es mexicano.”
“Ok, supongamos que sea mexicano. ¿Cuál es la diferencia entre un alemán y un mexicano que parece alemán?”
"No lo sé….aún."
“Debería averiguarlo sin falta. ¿A que hora vengo a buscarla?”
“A las 7 empieza el turno nocturno. A esta hora viene mi reemplazo.”"
"Okay, 7 pm."
Mientras balanceaba mi bandeja a la mesa que mis colegas ya habían ocupado, empecé a pensar en la logística que precisaba esta cita bastante inesperada.
Tenía que alquilar un carro. Si no ¿como haría para llegar de noche a Harry´s Hofbräu? Tenía que derrochar mis viáticos celosamente ahorrados. Mi fantasía volaba, se adelantaba días, semanas, me imaginaba un día de playa seguido por una noche en San Francisco en el Pier 35. Y después….wow!
Todavía sonriendo me senté en la mesa y mientras colocaba la bandeja eché una mirada a la caja. La venus sobre el taburete me saludó con la mano. Casi dejé caer la bandeja para poder corresponder al saludo inmediatamente.
Excitado por mi imaginación impúdica tomé un largo trago de la botella de “Harry´s Wicked Ale” y miraba triunfante a mis colegas. Con excepción de José nadie parecía impresionado por mi éxito relámpago. Al contrario, reinaba un silencio embarazoso. Pero apenas me había llevado el primer bocado a la boca, cuando John me puso la mano en el brazo y dijo con voz grave:
"Alex, don't mess with that woman – no te metas con esta mujer!"
Me quedé rígido. Tal vez ella era la amante del jefe del cartel local de drogas? No, en este caso no trabajaría. Tontería, ¿Cómo se me pudo ocurrir? AIDS?
“United States,
AIDS, AIDS”,
United States,
rimaba.
Seguro que era una conocida paciente de AIDS. Dios mío, los peligros acechaban en todas partes en este país incomprensible, en el cual, como se sabe, nada es[R1] imposible. Disimuladamente giré la cabeza hacia la caja otra vez. De nuevo nuestras miradas se encontraron. La muchacha sonrió, yo pelé los dientes. No obstante pregunté, solo para asegurarme de que la advertencia de John me había salvado de una muerte prematura:
"¿Porqué, qué pasa con ella?"
"Hombre, es negra."
“Afro-Americana”, corrigió Marvin, chocado por la rudeza de John.
”No, ella es francesa”, respondí con inocencia fingida.
“Y está buenísima”, agregó José tragando saliva.
John meneó la cabeza sin entender. Entonces, si era verdad lo que se veía en las películas de los habitantes del sur del continente. No respetan reglas ni leyes, ni retroceden ante ninguna canallada.


[R1]Possible.
 
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Klaus K.

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Beislschmidt,

man nennt es auch auch "brainfood". Ein Wörterbuch her, und los geht's! Onivido, ich bin begeistert - es fordert heraus! Gruß, klaus k.
 

onivido

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Hallo Beislschmidt, nein , eine Uebersetzung gibt es nicht und wer bei uns die Regeln respektiert, bekommt bestimmt keinen Nachtisch, Das Geschichtlein schrieb ich vor gut 20 Jahren. Nur der Schluss ist der Neuzeit angepasst. Danke furs Lesen.
 

onivido

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Hallo Klaus, viel Vergnuegen mit dem Woerterbuch. Ich bin begeistert von deiner Begeisterung. Ich wuensche ein schoenes Wochenende.Ciao
 



 
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